Miguel Hernández, fue un poeta español de la generación del veintisiete. En este poema "Elegia", el expresa el profundo dolor que sintió cuando supo del asesinato de su amigo, el escritor Ramon Sije.
El hablante lirico, (que es el amigo del fallecido) es predominantemente carminico al referirse al objeto lirico (su amigo Ramón, cuyo motivo es su muerte). Sin embargo, es un tipo de actitud de canción que aparte de manifestar sus desgarradores sentimientos, también en muchas ocasiones se dirige directamente a su amigo fallecido, alguien que no puede escuchar ni responder. La muerte de Sije, permanece como un dolor radical en el hablante, de ahí que el temple de ánimo del hablante está dominado por un dolor, por sufrimiento. Es en ese momento, en el que el hablante ocupa una hipérbole, o una exageración al decir "Tanto dolor se agrupa en mi costado/ que por doler me duele hasta el aliento". Al describir la manera en la que fue asesinado su amigo, ocupa dos metáforas, al decir " un golpe helado/ un hachazo invisible y homicida". A continuación, manifiesta la manera en la que él siente más la muerte de Ramón que su propia vida, ocupando otra hipérbole "No hay extensión más grande que mi herida", que claramente es una exageración ya que la muerte de un amigo no causa ninguna herida físicamente, y de causarla, sería imposible que fuera la extensión mas grande. Asi queda presentada la profundidad del dolor como temple de ánimo en esta parte del poema. De todas maneras, desde la séptima estrofa, el temple de ánimo se torna un poco más reflexivo, dejando de lado momentáneamente su dolor. Luego de este giro repentino, vuelve a caer nuevamente en la desesperación, al tener el deseo de regresarlo "Quiero desamordazarte y regresarte" y al luego ocupar una metáfora "besarte la noble calavera" para referirse a que quiere besar su noble cabeza. Finalmente, en la última etapa del poema, se puede apreciar que el sujeto lirico, logra recuperar la presencia de su amigo a través del recuerdo, al decir "que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero".
A lo largo de los quince tercetos que contiene el poema y el cuarteto al final, logramos distinguir que predomina la rima consonante. La estructura de los tercetos posee una musicalidad especial, en rimar el primer verso con el tercero, y el segundo con el primero del siguiente. Tambien se pueden identificar muchas figuras literarias aparte de las ya mencionadas, como la anáfora que encontramos cuando repiten tres veces seguidas al inicio de un verso la palabra "temprano", o la personificación que la da un poder sobrenatural a las manos al decir " En mis manos levanto una tormenta". Tambien podemos notar una última personificación hacia las Amapolas (" A las desalentadas Amapolas"). Miguel Hernández tiene una visión de mundo realista, ya que cuenta los acontecimientos de manera objetiva. Esta triste elegia, está llena de sentimientos contradictorios y pasión.
El hablante lirico, (que es el amigo del fallecido) es predominantemente carminico al referirse al objeto lirico (su amigo Ramón, cuyo motivo es su muerte). Sin embargo, es un tipo de actitud de canción que aparte de manifestar sus desgarradores sentimientos, también en muchas ocasiones se dirige directamente a su amigo fallecido, alguien que no puede escuchar ni responder. La muerte de Sije, permanece como un dolor radical en el hablante, de ahí que el temple de ánimo del hablante está dominado por un dolor, por sufrimiento. Es en ese momento, en el que el hablante ocupa una hipérbole, o una exageración al decir "Tanto dolor se agrupa en mi costado/ que por doler me duele hasta el aliento". Al describir la manera en la que fue asesinado su amigo, ocupa dos metáforas, al decir " un golpe helado/ un hachazo invisible y homicida". A continuación, manifiesta la manera en la que él siente más la muerte de Ramón que su propia vida, ocupando otra hipérbole "No hay extensión más grande que mi herida", que claramente es una exageración ya que la muerte de un amigo no causa ninguna herida físicamente, y de causarla, sería imposible que fuera la extensión mas grande. Asi queda presentada la profundidad del dolor como temple de ánimo en esta parte del poema. De todas maneras, desde la séptima estrofa, el temple de ánimo se torna un poco más reflexivo, dejando de lado momentáneamente su dolor. Luego de este giro repentino, vuelve a caer nuevamente en la desesperación, al tener el deseo de regresarlo "Quiero desamordazarte y regresarte" y al luego ocupar una metáfora "besarte la noble calavera" para referirse a que quiere besar su noble cabeza. Finalmente, en la última etapa del poema, se puede apreciar que el sujeto lirico, logra recuperar la presencia de su amigo a través del recuerdo, al decir "que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero".
A lo largo de los quince tercetos que contiene el poema y el cuarteto al final, logramos distinguir que predomina la rima consonante. La estructura de los tercetos posee una musicalidad especial, en rimar el primer verso con el tercero, y el segundo con el primero del siguiente. Tambien se pueden identificar muchas figuras literarias aparte de las ya mencionadas, como la anáfora que encontramos cuando repiten tres veces seguidas al inicio de un verso la palabra "temprano", o la personificación que la da un poder sobrenatural a las manos al decir " En mis manos levanto una tormenta". Tambien podemos notar una última personificación hacia las Amapolas (" A las desalentadas Amapolas"). Miguel Hernández tiene una visión de mundo realista, ya que cuenta los acontecimientos de manera objetiva. Esta triste elegia, está llena de sentimientos contradictorios y pasión.
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Maria Jesus Castro
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